
El tiempo pasaba lento en las vacaciones así que nos entraban las ganas de, por fin, apagar un incendio. Los días pasaban y como la ni la sequía, ni los piromaniacos atacaban ese verano. Algunos de los pibes comenzaron a pensar un plan de organización para estar preparados. Los animos no sedían aunque los días eran cada vez mas largos. El tiempo fue pasando y se nos fueron yendo las ganas hasta que por fin pasó, el primer incendio del barrio en una casa abandonada. Lo apagamos solitos, para cuando llegaron los verdaderos bomberos, la primer escuadra de pequeños bomberos ya había apagado el fuego, salvado un gato, y clausurado el edificio en pocos minutos. Fue tanta la adrenalina y la felicidad del momento que de ahí en adelante no paramos de incendiar y apagar pequeñas casas, matorrales y hasta un kiosko. Tanto fue el cope que tuvimos con esa moda, que 16 de los 20 pibes terminaron en la comisaria, dos siguieron quemando la patagonia en diferentes lugares por dos años mas. Sólo yo y emilio pudimos mantenernos al margen de todo alegando que nunca, en realidad, quisimos ser bomberos.
Lo que nadie supo es que no queriamos ser bomberos, no queriamso apagar el fuego sinó prenderlo y dejarlo libre nomás. Hoy por la mañana 18 años después me llamó emilio, por fin vamos a cumplir lo prometido hace tantos años y aprovechando las vacaciones vamos a prender de una vez por todas la escuela.
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