miércoles, agosto 04, 2010

Explicar lo inexplicable.


Lo tildaron de snob, de serio, de loco, de mimo, de soporifero, de sobreautoestimado, de timador, de tartamudo, de sueñero, de imbécil, de corto, de genio, de aburrido, de memo, de pelotudo a secas, de forro, de que andaba en algo raro, de viejo hipócrita, de salamero, de chamuyero, de vende-patria, de cargoso, de sisifo, de moderno, de progre, de fasista, de miope, de cerrado, de abierto, de artista, de poeta, de ido, de drogodependiente, de fatalista, de cuerdo, de trolo, de poliglota, de mugriento, de generoso, de agarrado, de pobre, de rico venido a menos, de injusto, de leguleyo, de pendeviejo, de demagogo, de pulcro, de mago, de borracho, de torpe, de insoportable, de hijo-de-una-gran-puta, de semiologo en potencia, de historiador del barrio, de lumbrera del pensamiento.

A él le gustaban las palabras, disfrutba diciendolas. Moviendo sus manos en el aire, describía, opinaba, arreglaba el mundo y lo desarreglaba. Era todo eso y mucho mas, era el explicador de lo inexplicable. La diferencia estaba en el oído del que supiera o no escuchar.
Ya no se lo ve tanto por el barrio, ya que se pierde que lo perdimos.

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